Pablo Mestre. Editor de Rurales El País- Grupo Agro del Sur
Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas..”. A ningún uruguayo hay que darle más datos para que reconozca este mítico texto que conmovió al mundo hace más de medio siglo. El papel escrito por Fernando Parrado para pedirle ayuda al arriero Sergio Catalán, fue el comienzo del final de una conmovedora historia. El hecho es conocido por todos y ahora volvió al centro de atención gracias a la película “La Sociedad de la Nieve”, que ha roto todos los récords de audiencia a nivel mundial, reflejando la grandeza del mismo. Porque fue mucho más que el accidente de un equipo de rugby uruguayo, con amigos y familiares: fue la demostración de fe, valores, trabajo en equipo y ansias de vivir de un grupo de muchachos, que en promedio tenían poco más de 20 años.
Todos sabemos lo tremendo que fue el impacto con la montaña del Fairchild 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, recordamos los padecimientos que pasaron quienes sobrevivieron al mismo, el sufrimiento por las heridas causadas, la tragedia que significó enterarse que no los buscarían más, el terror por comprobar cómo se deterioraban día a día, lo fuerte que significó la decisión que tomaron para alimentarse y seguir vivos, lo trágico que fue el alud que impidió que 7 de los que habían sobrevivido llegaran de regreso. También recordamos y reconocemos la epopeya de la travesía que realizaron Fernando Parrado y Roberto Canessa atravesando montañas imposibles, sin dudas guiados por la mano de Dios, hasta llegar a un valle donde se volvieron a comunicar con el mundo a través de la mítica oración mencionada al principio.
Pero. ¿Cómo lo vivieron desde acá sus familiares? ¿Cómo fueron esos 72 días de espera? ¿Qué sintieron al enterarse que su familiar estaba, o no, en la lista de los 16 que volvieron al país?
Y, por otro lado, ¿Qué piensan sobre el tema los hijos de quienes regresaron? Integrantes de ese grupo, que como dice Parrado: “ya somos más de 140…”.
Buscamos a cuatro personas vinculadas al sector agropecuario para conocer esas impresiones. Pablo Zerbino,productor ganadero, empresario, ex presidente de ARU,primo de Gustavo Zerbino, Alejandro Nicolich, consignatario de ganado, ex presidente de Lote 21, hermano de Gustavo “Coco” Nicolich, José Luis Inciarte, Gerente de Ventas y Marketing de Syngenta, también estuvo vinculado a INAC, hijo de José Luis “Coche” Inciarte, y Olivia Strauch, hija de Eduardo Strauch, criadora y especialista de Caballos Árabes, hoy asesorando a la familia del Emir en Qatar.
Pablo Zerbino
Uno de los más jóvenes de la delegación de jugadores del Old Christians Club que partió rombo a Chile era Gustavo Zerbino Stajano, que a sus 19 años, siendo estudiante de Medicina, actuó como uno de los tres “médicos” de la “Sociedad”. Su fortaleza física le llevó a ser protagonista de varios intentos de salida de la montaña, con tal ahínco que hasta le provocó daños en sus ojos. Y tuvo un papel clave: recopilar las pertenencias de quienes quedaron en la Montaña, para entregárselas a sus familiares al regreso. Es integrante de una generación que parte del núcleo familiar de 5 hermanos varones hijos de Roberto J. Zerbino y María Celia Cavajani. Gustavo es uno de los ocho hijos de Jorge y Susana y de los 32 nietos de “Papapo” y “Mamama”.
Nos criamos en un ambiente muy familiar, compartiendo vivencias desde la infancia hasta la actualidad”, recuerda el Dr. Pablo Zerbino Vanrell, productor ganadero, empresario y ex presidente de la Asociación Rural del Uruguay. Previo al accidente, la estancia “San José del Yaguarí” era punto de encuentro, durante las vacaciones de verano y especialmente en Semana Santa donde “nos reuníamos toda la familia en jornadas memorables”. Zerbino recuerda que era en la estancia donde más interactuaban los primos, saliendo a caballo, yendo al arroyo Yaguarí a pescar, pasar algún fin de semana en el monte, matizando, ya más grandes, con algún partido de fútbol con el cuadro de la estancia que vestía la camiseta de Fénix”. El otro punto de reunión familiar y diversión era la casa de su abuela Mamama, en la calle Potosí, con su frontón, piscina y meriendas compartidas, donde se juntaban todos los sábados de tarde “en jornadas tremendamente entretenidas”.
Entre los primos, Gustavo se destacó por su inquietud, rebeldía y espíritu aventurero, “siempre dispuesto a inventar algo o a acompañar una idea si le divertía”.
Su primo Pablo Zerbino recuerda que el accidente lo encontró terminando el segundo año de preparatorios, dando los exámenes para poder inscribirse en la facultad de Veterinaria. “A esa edad, más acá o más allá, estábamos todos en la misma, absorbidos por la urgencia de salvar los exámenes y entrar “limpios” a la facultad”.
-¿Qué hacías el día del accidente?
-El día del accidente, aquel 13 de octubre del ’72 me encontró justamente estudiando en casa de un compañero y me costó entender lo que pasaba. Sí sabía que habían salido de viaje, sabía sí que Gustavo era parte del grupo, pero lo que no podía asumir era la desaparición del avión. A esa altura de la vida esas cosas no pasaban más que en la ficción.
-¿Cómo fueron esos primeros días?
-Los días siguientes al accidente estuvieron llenos de inquietud e incertidumbre. Así como ellos lo manifestaron, pensábamos que en un par de días los encontraban, pero pasaron los días y las comunicaciones por radio aficionado en casa de Ponce de León no traían noticias alentadoras. Fueron momentos muy dramáticos particularmente duros para Jorge y Susana que removieron lo imposible para llegar a tener alguna referencia válida. Con ese panorama, llegó el fatídico día 10, en el que se da por finalizada la búsqueda hasta que el ambiente de los Andes permitiera localizar los restos del avión y los cuerpos de la tripulación.
-¿Cómo fue la reacción?
-Llegado ese día, Jorge y Susana organizaron una misa en su casa por Gustavo, a la cual concurrió todo el grupo familiar. Esta fue la forma, con gran congoja, de dar esa etapa por concluida y a la espera de futuras novedades. Dentro de ese panorama desolador para la familia, los familiares más directamente vinculados nunca dejaron de remover cielo y tierra en procura de dar, de una vez, con la realidad de lo sucedido en el accidente.
¿Qué recuerdas del día que aparecieron?
-Cuando aparecen Parrado y Canessa, el 22 de diciembre, fue otro enorme sacudón. Primero, hasta que se confirmara que realmente habían aparecido y luego a la espera de la lectura de la lista de sobrevivientes, qué momentos…
-¿Cuál fue la sensación al conocerse la lista?
-En cuanto Carlos Páez Vilaró lee el nombre de Gustavo fue un gran alivio y alegría y hasta incredulidad por el tiempo transcurrido: 72 días después. Bueno, no era sencillo revertir todo “aquel duelo” y revivir la idea de que Gustavo finalmente estaba con vida.
-¿Fuiste a la conferencia en el Stella Maris?
-Sí, fue muy emotiva y voluminosa. Cuando los 16 muy enflaquecidos sobrevivientes hacen su presentación pública, se muestran como un bloque sólido y dan detalles de las peripecias por las que pasaron, algo de lo que puede intuirse en la película recientemente estrenada”.
-¿Qué recuerdas de tu primo al regresar?
-Hay una anécdota de Gustavo recién llegado a su casa paterna que me la transmitió Jorge, su hermano mayor, con quién compartía el dormitorio. Una madrugada, Jorge siente que Gustavo se levanta y sale del cuarto, lo sigue y lo encuentra en la pileta de la cocina, abría la canilla, miraba salir el agua y la cerraba…, como no dando crédito a tan maravilloso milagro…
-¿Qué le pareció la película La Sociedad de la Nieve?
-La película es dura, es tremenda y transcurre en algo más de dos horas; no quiero, ni puedo, imaginar lo que fueron las 1.728 horas dentro del fuselaje del avión.
-¿Cómo ves hoy a tu primo?
-Gustavo está muy rodeado por su familia, por sus hijos y nietos, se reintegró paulatinamente a la vida “normal” y actualmente compartimos actividades en las empresas familiares como: San José del Yaguarí, Juan Cavajani y la Compañía Cibeles.
Alejandro Nicolich
Gustavo “Coco” Nicolich Arocena, tenía 20 años cuando subió al avión rumbo a Chile, siendo estudiante de Veterinaria. No sufrió heridas en el accidente, pero falleció al 16° día en el alud. Su hermano menor, Alejandro, que lleva el mismo apodo, aún hoy lo recuerda con emoción y hasta duda si no es veterinario en homenaje a él.
¿El apodo lo heredaste de tu hermano?
-En el colegio nos decían “los Cocoliches”, por supuesto que al que le decían Coco era a mi hermano y después me lo pusieron a mí, cosa que a mi madre no le gustaba nada y cuando llamaban por teléfono, respondía que allí no vivía ningún Coco y les cortaba. Pero no me lo pusieron tras el accidente, ya lo tenía.
-¿Qué te acuerdas de tu hermano antes de que partiera hacia Chile?
-Me acuerdo perfectamente el último día que lo vi, no me olvido más, estábamos en una fiesta de la Unión de Rugby, en Ton Ton. Él estaba ahí con su novia, nos dimos un abrazo y le desee buen viaje. Tuvimos una relación muy buena, pero me llevaba 5 años, me exigía mucho, por ejemplo, yo andaba a caballo agarrado con las dos manos y él me instaba a que tomara las riendas con una sola… Era una relación de hermano mayor a hermano menor, te cuidaba, no te dejaba estar con él, porque él quería estar con sus amigos, era muy maduro para su edad, y yo era un chiquilín.
-El hecho que él estudiara veterinaria ¿te condicionó para ese lado, o ya lo traías?
-Lo llegué a pensar, pero a mí me gustaba mucho, también me gustaba la matemática, me gustaba dibujar, mi viejo era arquitecto, pero me tiraba el campo. No somos de familia de campo, pero mi abuelo materno (Arocena), había arrendado una estancia en Artigas, “Santa Ema”, pegada al Itacumbú. Y mi tío Pelayo era el que la administraba, nosotros pasábamos todas las vacaciones, me pasaba todos los veranos y me gustó desde siempre. Pero quizás algo sí me condicionó, porque se murió mi hermano mayor, en mi casa fue bastante duro, en la Navidad y en los cumpleaños se sufría mucho, entonces quizás puede ser que haya querido suplantar a mi hermano muerto sí. Eso lo visualicé mucho tiempo después cuando hice terapia.
-¿Cómo te enteraste de la caída del avión?
-Estaba en la casa de un amigo en Pocitos y tomando el té me enteré por la radio que un avión de la Fuerza Aérea se había perdido en los Andes. Me parecía que ellos se habían ido en avión de línea pero llamé a mi padre, que estaba en la facultad de Arquitectura, y le pregunté. Era 13 de octubre, mi madre estaba cumpliendo años. Me respondió que no era avión de línea y me quedé helado. Cuando le comenté lo que había escuchado, me pidió que me fuera a casa y lo llamara. Me tomé el rápido Carrasco, demoré media hora, y cuando llego, tipo 5 y media, ya mi casa era un escándalo. Me encontré con la hermana de Carlitos Páez en la puerta y ninguno nos animamos a decirle al otro. En casa estaban amigas de mamá, que lloraba en su cuarto… Fue horrible.
-¿Y después, qué recuerdas de esos días?
-Fueron 71 días muy duros, porque yo era muy chico, entonces papá tampoco quería encarar las cosas conmigo, supongo. Decía que había que darle vuelta a la página, pero nadie se lo creía, nadie creía que estaban muertos. Incluso en mi casa, los primeros días, la silla y el plato de mi hermano estaban en la mesa. Yo, a la vuelta del colegio, pasaba por lo de Ponce de León, bajaba al subsuelo y estaba Rafael todo el día buscando noticias, pero nunca hubo alentadoras.
-¿Tenías fe que hubieran sobrevivido al accidente?
-Hablaba con mi abuela, por ejemplo, la madre de mi madre, y me decía: tu hermano no está muerto, yo hasta que no lo vea, no lo creo. Por eso entiendo a las familias de los desaparecidos, porque en mi casa lo vivimos, estuvieron 71 días desaparecidos y en el fondo, si no lo ves, no crees que se murió. Por eso, el que los hayan encontrado fue muy bueno para algunas familias y también bueno para las otras, porque dijeron: se terminó.
-¿Qué sentiste cuando comprobaste que tu hermano no estaba en esa lista de 16?
-Cuando me entero que había sobrevivientes, estaba en la estancia Valle de Soba, en Young, que todavía era don León Otero y el que administraba era Guillermo Schauricht. Serían las 6 o 7 de la tarde, estábamos llegando del campo con Alejandro García Lagos y me hacen escuchar la radio. La noticia estaba en todas las emisoras. Entonces me dijeron que me fuera a Montevideo, pero al otro día, pues a esa hora ya no había Onda. Me acuerdo que parábamos en los semáforos, y todas las radios de los autos daban la misma noticia. No supe nada más hasta que llegué a mi casa. Mi padre estaba en Chile, en una de las tantas búsquedas y la vieja se había ido el día anterior, con la novia de mi hermano, al enterarse que había sobrevivientes. Mamá pensando que su hijo estaba vivo, porque habían dicho que Gustavo estaba en la lista, y en realidad era Gustavo Zerbino. Cuando llegué a casa, recién ahí mis hermanas me lo dijeron, hasta ahí no sabía quiénes estaban vivos y quiénes no.
-¿Qué recuerdas de ese momento?
-Fue un golpazo, no me olvido más cuando recibimos a mis viejos en el aeropuerto unos días después, vinieron destrozados. Porque tras una euforia y expectativa (con la que fue mi madre sin saber la lista), pasaron a la frustración. De hecho, ella se enteró que su hijo estaba muerto adentro de un taxi yendo hacia San Fernando.
-¿Cómo fueron esas primeras horas, cuando vuelven tus padres de Chile?
-Muy duro. El hecho de que hayan aparecido, nos alegró y después cuando te pasa lo que te pasó, es un cachetazo. Sobre todo, cuando ves a tus padres y a la novia de tu hermano destruidos y nosotros también. Muy duro, quizás nos ayudó mucho que ya veníamos en una especie de pre velorio. Pero por suerte hubo chicos que se salvaron.
-Más bronca al comprobar que estaba bien tras el accidente y que falleció en el alud…
-Exactamente, la verdad que sí. Pero el alud fue en el día 16, el 29 de octubre, o sea que faltaban días todavía.
¿Cómo te lo imaginas a ese hermano de 20 años que fue protagonista en la “sociedad” que se formó?
-Hasta el día de hoy lo veo mayor. Es raro, como que el hermano mayor no envejece. Tengo 67 años y lo veo mayor. Quizás es el hecho, que se me murió un hermano.
-¿Fuiste a la conferencia en el colegio?
-Fui, no me olvido más, estaba con un amigo de mi hermano, César Puppo, que todavía vive. Y lloré como nunca, porque aparte, Carlitos Páez empezó a hablar de mi hermano y de Diego Storm. Y me quebré, una conferencia muy cruda, inolvidable. Estaba lleno el gimnasio, no me olvido más. Se hizo un silencio y cuando terminó la conferencia, nadie preguntó nada. Aplaudieron.
-¿Cómo fue y es la relación con los sobrevivientes?
-Cuando ellos vuelven, yo tengo 16 años y ellos 20 o más, entonces la relación ahí era más de un niño que quería averiguar algo con los amigos de mi hermano. En realidad, nunca pude averiguar nada porque como que en esa época me daba miedo preguntar. Quería saber muchas cosas de mi hermano y no supe, no pude averiguar porque no me animé. Después, con los años, empecé a jugar al rugby en el club con Gustavo (Zerbino), con Roberto (Canessa), con Nando (Parrado), con Roy (Harley), y empecé a tener una amistad con ellos. De hecho, hoy con Gustavo somos muy amigos, es como un hermano para mí. Con muchos de ellos, sobre todo con los que he jugado al rugby y he seguido a nivel del club, he tenido unas relaciones muy buenas. Con otros, de repente es más distante porque no los veo tanto, pero tengo con todos. Mirá, con Coche (Inciarte) estuve en la cordillera, a Pancho Delgado lo veía seguido, con Álvaro (Mangino) también. Muchos de ellos que no habían ido al colegio, sí mandaban sus hijos. Y los veía en el club.
-¿Cómo fue la reacción en tu casa?
-En casa la relación fue muy marcada por mis padres que aceptaron enseguida lo que le tocó vivir a su hijo y cómo su hijo pudo ayudar a que otros vivieran. Fue un ejemplo de los viejos que eso no nos marcara para nada, al revés.
“Las cartas de Coco fueron como haber tenido contacto con él antes que se muera. Si pudiera responderlas, le diría todo lo que aún lo extraño…”
-¿Qué hecho recuerdas del “después”?
-Mirá. Cuando entré a facultad de Veterinaria, en anatomía teníamos un profesor que se llamaba De Lima, que no era veterinario, pero era el tipo que más sabía de anatomía comparada acá. Un tipo estricto, muy duro como profesor, pero muy justo. Los primeros días se hacía odiar, pero al final del año, te dabas cuenta que era muy justo. A los tres meses me llama, fui con un susto bárbaro a la Cátedra y entonces me dijo que tenía una deuda muy grande con mi familia. ¿Por qué, profesor? “Porque su hermano me pidió y le corrí un examen para que él pudiese viajar. Si yo no lo hubiese corrido, su hermano estaría vivo”. Eso fue en el 75. Me acuerdo que mi hermano le había consultado al viejo para pedir cambiarlo y le dijo que sí, que le preguntara al profesor. Y se lo cambió…
-¿Estuviste en la cordillera?
-Sí, varias veces. Fui con los Nicola, cuando se conmemoraron los 25 años, con Coche, con Gustavo, con Roberto, con Nando. En las charlas de la noche Coche nos preguntaba qué queríamos saber. Le dije que en ese momento ya no quería saber. Habían pasado 25 años, cuando era chico sí lo necesitaba. Pero no es que ellos no quisieron, es que estaban con una coraza, que entiendo. Después que ves las cosas de lejos entendés. En aquel momento, cuando volvieron, quería saber qué estaba haciendo, si había sufrido, cómo estaba, si lloraba, si era pro activo, si se acordaba de nosotros. En realidad se acordaba, porque escribió las cartas. Y a través de ellas nos enteramos.
-¿Qué sentiste cuando leíste las cartas que escribió Coco?
-Es como haber tenido un contacto antes de que se muera. De las cosas más buenas que nos han tocado a la familia, fue poder tener esas cartas. Porque, quieras o no, es como que él antes de morirse habló con mamá, con papá, conmigo, con mis hermanas, con su novia. Y después se murió. Fue como una despedida. Y además, diciendo las cosas que estaban pasando y lo que él haría.
-Si tuvieras la oportunidad, ¿qué le responderías a ese Coco Nicolích de la montaña?
-Que lo extraño (se quiebra, se emociona y toma aire). Más allá que pasaron más de 50 años, no se atenúa el sentimiento y además siento que me falta un hermano. Tengo hermanas, pero no es lo mismo que si tuviese a mi hermano acá.
¿Cómo encaraste con tus hijos esta historia?
-De esta historia en mi casa, hasta el día de hoy, se habla, nunca hubo un tabú. De hecho, estuvimos en la cordillera hace un par de años con todos mis hijos y pude lograr que fueran mis dos hermanas. Porque creía que ya estaba bueno para cerrar una etapa.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-Estuvo muy bueno. Es un lugar increíble, por más que te prepares es tan imponente que te abruma. Es sobre cogedor. Además, como vas a caballo, en fila, es como un viaje introspectivo, vas muy solo contigo, andas mucho a caballo sin hablar. Volvés más espiritual.
-¿Viste la película de Bayona?
-La vi dos veces. Muy buena, no le falta, ni le sobra nada. Con respeto a toda la historia. Y sobre todo el hacer visible a los que murieron. Cuando estuve con Bayona, en la biblioteca (Nuestros Hijos), decía que no sabía cómo hacerlo, hasta que le encontró el hilo. La historia fue contada por el último que se muere. A mí me pareció muy buena. Y aparte muy cruda en el sentido de que estos tipos la pasaron mal realmente. Como decía Nando sobre que esta historia, después de tanto tiempo, fue endulzada, edulcorada, incluso hay gente que llegó a decir que le hubiese gustado estar ahí. ¿Cómo te pueden decir eso? Si no saben. Bueno, esta película muestra que estuvieron en el infierno y salieron de ese infierno. Además, todos nosotros, los de la década del 50 o 60, ya conocíamos bien la historia. Ahora, todos estos chicos de 20, 22, 23 años, que no tenían ni idea, se ven reflejados y no pueden creer que esos chicos de su edad creyeran en el amor, que escriben cartas de amor, que se quieran casar…
-¿Qué dijeron tus hijos de la película?
-En el cine la película te hace estar en el avión. Salieron muy shockeados. Les encantó la película, de hecho hasta el día de hoy están en las redes viendo cosas y preguntando y comentando cosas de la película. A todos les gustó.
-¿Para ti, fue la tragedia o el milagro de los Andes?
-Ha sido un milagro más que tragedia. Si bien fue una tragedia, el que hayan salido es un milagro. Fueron uruguayos, no sé si sería igual si hubiesen sido personas de otro país. Hay algo de la “uruguayez” en esa historia, creo que tenemos algo especial. Si lo veo desde el punto de vista de mi familia fue una tragedia, pero era imposible que ellos saliesen de ahí y sin embargo salieron 16. Salieron a la muerte.
Olivia Strauch
A los 25 años, Eduardo Strauch Urioste, estudiante de arquitectura, co fundador del equipo de rugby Old Christians Club, era uno de los mayores del grupo de jugadores que tomaron el avión rumbo a Chile. Junto con sus primos fueron fundamentales en la “Sociedad” que se armó tras el accidente y que permitió la supervivencia por 72 días. A su regreso, se casó con su novia, Laura Braga y tuvieron 5 hijos. La mayor, Olivia, es una reconocida criadora y seleccionadora de caballos Árabes. Tanto, que desde octubre está en Qatar, contratada por el hermano menor del Emir, para que le ayude a armar su haras de caballos Árabes.
Olivia confiesa que no se acuerda cuándo fue la primera vez que escuchó hablar sobre el tema, “pero seguro fue de muy chiquita”. Es que lo de la Cordillera siempre estuvo muy presente en su casa, “a mi padre siempre le gustó hablar y compartir esa experiencia, en muchos casos como ejemplo o consejos para la vida”, aseguró.
De lo que sí Olivia se acuerda muy bien es de la primera vez que fue consciente de la dimensión de la historia, de lo que genera en la gente. “Creo que fue para la conmemoración de los 30 años del rescate, que el ejército uruguayo quiso hacer un homenaje y puso a disposición un avión (muy parecido al Fairchild) y allí embarcamos varios de los sobrevivientes, algunos familiares y amigos rumbo al lugar del accidente en la cordillera”.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-Todo lo que pasó en ese vuelo y en ese viaje es una historia aparte, pero cuando llegamos a El Sosneado, donde hicimos noche, había un grupo de gente llegando de la peregrinación y cuando se enteraron que había sobrevivientes, casi les viene algo. Yo estaba con Dani Mangino (hija de Álvaro), observando a nuestros padres ser abrazados e idolatrados por la gente y no lo podíamos creer…
-¿Qué preguntas le hiciste a tu padre?
-Mi padre es muy abierto, desde siempre le hicimos preguntas de todo tipo, según la situación y el momento, se habla mucho en casa hasta el día de hoy, y más ahora con todo lo de la película. Las historias de todo lo que pasó en la montaña se hicieron muy normales para mí, siempre me interesó mucho saber todo lo que pasaba. Los cuentos que me hacen las que eran novias, los hermanos, o mis tíos y abuelos, son impactantes.
-¿Qué te transmitió tu padre que te haya marcado?
-De todo lo que me transmitió destaco especialmente el concepto que “Dios está en uno mismo”. Mi padre siempre habló mucho de la fuerza de la mente, y que es eso lo que lo ayudó a él a salir de los Andes. Él dice que sin saber lo que era la meditación, meditaba en los Andes. Eso tiene mucho que ver con todo lo que se habla hoy en día de “la fuerza de la atracción”, “manifestar”. Crecí con la idea de que las cosas se consiguen con mucho laburo y esfuerzo, sin pedirle nada a nadie, y que esa fuerza esta en uno mismo, hay que creer en que uno es capaz de todo lo que se proponga.
De todo lo que me transmitió mi padre destaco que “Dios está en uno mismo”. Y que la fuerza de la mente fue lo que le ayudó a salir.
-¿Cómo es tu relación con el resto de los sobrevivientes y sus familias?
-Si bien no los veo muy seguido, la relación con los sobrevivientes es muy cercana. Para mí son como unos tíos, existe una conexión especial entre todos y con las familias.
-Tu que has viajado mucho, ¿cómo tomas la popularidad de tu padre y los sobrevivientes?
-No soy de andar por ahí diciendo “mi padre y mis tíos estuvieron en ese avión”, jamás saco el tema, pero siempre hay algún conocido que comenta y la gente se impresiona mucho. Me sigue asombrando el interés que existe por la historia aún 50 años después. No hay una persona que no haya escuchado hablar de la historia o visto alguna de las películas, en todas partes del mundo.
-¿Viste la película de Bayona?
-Tuve el privilegio de acompañar a mi padre al pre estreno de La Sociedad de la Nieve en el festival de Venecia. Fue una experiencia muy emocionante ver la película con todos los protagonistas en la sala repleta del Lido de Venecia. Ahora que salió en Netflix necesito volver a verla, porque fue muy difícil prestar atención a los detalles en ese momento. Imagínate que estábamos sentados en el palco con Parrado, Canessa, Carlitos Páez y mi padre, ahí cerquita también Bayona, Vierci y varios de los actores, estrenando SU película que llevó más de 3 años de laburo y dedicación, con todo lo que conlleva esta historia, con las emociones aun latentes en los sobrevivientes, sus mujeres, y en nosotros, sus hijos. Destaco lo que es el tremendo equipo de laburo que hay detrás, el profesionalismo, y el respeto con que manejaron aspectos delicados. Se merecen todo el reconocimiento que están teniendo a nivel mundial y más.
Jose Luis Inciarte
José Luis “Coche” Inciarte Vázquez, era un estudiante de Agronomía que a sus 24 años se subió al avión para acompañar a unos amigos. Como buen tambero sabía del sacrificio diario para conseguir las cosas y lo puso en práctica en la montaña. De él, los sobrevivientes destacan siempre el afecto y la generosidad. Tras 72 días, subió al bendito helicóptero prácticamente con el último suspiro. Y valió la pena. Al volver, se casó con su novia de siempre, Soledad González, con quien tuvo 3 hijos. José Luis Inciarte González “Josefo”, es su hijo mayor (y también el más grande de los hijos de los sobrevivientes, salvo los 4 de Javier Methol que eran nacidos previo al accidente). También Agrónomo, Josefo es gerente Comercial de Syngenta, pero antes estuvo vinculado al departamento de Mercados Externos de INAC. Su padre Coche fue el segundo sobreviviente en fallecer, en julio del año pasado, tras una vida que “pintó” con mucho gusto y pasión.
-¿Cuál es tu primer recuerdo sobre el accidente?
-Es un tema que estuvo siempre, yo crecí con ese tema en casa y no tengo un recuerdo puntual de la primera vez que hablé o que escuché sobre él. Sí tengo un recuerdo muy claro de ver en la biblioteca de mi casa una colección de libros “Viven” en diferentes idiomas y eso me llamaba la atención. Iba y miraba los libros escritos en chino, en ruso, en alemán.
-¿Asociabas que tu padre era protagonista de todos esos libros?
-Sí, totalmente, porque eso algo como natural, vas creciendo y te lo van diciendo a poquito. Y tengo el recuerdo, siendo niño, pero un poquito más grande, de juntar amigos en mi casa y que papá nos hiciera alguna historia a todos nosotros.
-¿Tus amigos cómo tomaban eso? ¿En plan escuchemos al “héroe” con admiración?
-Y bueno, sí; sin hablar en esos términos, pero sí, de escuchar una historia totalmente fuera de lo común, estamos hablando capaz que la década del 80, principios del 90 y tener la posibilidad de que un protagonista te hiciera los cuentos de primera mano estaba bueno. Todos conocían la historia, pero no siempre tenían la posibilidad de hablar con un protagonista.
-¿Cómo te marcó la historia de los Andes?
-Es una historia que en mi casa se puede normalizar por haberla visto siempre, permanentemente, y en los últimos años con Internet mediante, redes sociales, mails que van, que vienen, te diría que hasta se ha intensificado. También el libro que escribió papá hace unos años (Diario de un superviviente: Memorias de los Andes), la película que salió este año, y que él estuvo vinculado dos años antes con la producción. Es un tema que permanentemente se está hablando, papá siempre estuvo interactuando y recibiendo mensajes de todos lados.
-¿Cómo dimensionas la trascendencia mundial?
-Tuve la posibilidad, hace más de 20 años, que mis padres me visitaran en Londres donde estaba estudiando allí. Hubo personas que lo pararon para saludarlo, lo reconocieron porque lo habían visto recientemente en un documental. Y a mí también, muchas veces, en el exterior cuando digo que soy uruguayo, me preguntan sobre los Andes. O sea que estamos hablando siempre. Y ahora, con esta película, más las redes sociales, se va a intensificar. Ya me han escrito conocidos de otros países, que la han visto en Netflix y enseguida se acuerdan de mí, de la historia de papá.
De todo lo que me transmitió mi padre destaco que “Dios está en uno mismo”. Y que la fuerza de la mente fue lo que le ayudó a salir.
-¿Qué lectura haces sobre la atracción que genera?
-Es una historia bastante única. Todo lo que sucedió, la sobrevivencia en esas condiciones, todo el fenómeno alrededor de lo que fue un grupo que se armó, los liderazgos, el trabajo en equipo. Por eso es que también se la utiliza mucho como motivacional a nivel de grupos, de empresas, de equipos deportivos. Se sacan aprendizajes de muchos lados. El tema de cómo se alimentaron es también algo único y que en su momento llamaba muchísimo la atención. Ahora es otra cosa que se ha naturalizado, pero que no deja de sorprender de hasta dónde el ser humano puede recurrir para sobrevivir. Tiene muchas aristas que hacen un fenómeno increíble y que sigue llamando la atención. Siendo que es una historia también trágica y tristísima, donde hay un montón de muertos. Porque no es de esas historias donde todos sobreviven y tienen final feliz. Esto es real, con final feliz para algunos, para otros fue triste y para todos fue una tragedia. Está la felicidad también que algunos pudieron volver y formar la familia que nosotros integramos ahora.
-¿Entonces, lo defines como la tragedia, o como el milagro de los Andes?
-Son las dos cosas. No podemos decir es uno o es otro. Sin duda es una tragedia, un accidente aéreo donde mueren cantidad de personas, donde otros quedan heridos y mueren más tarde, donde viene una avalancha y los tapa y genera nuevos muertos, nuevos heridos, donde hay que recurrir a los cuerpos para alimentarse. Sin duda fue una tragedia espantosa. Pero la parte milagrosa, o hazañosa de la historia es cómo, a pesar de un traspié tras otro, una sucesión de hechos desmotivadores emergió la resiliencia de las personas que estuvieron allí, de cómo seguían con espíritu hasta el final buscando sobrevivir. Con un capítulo aparte para los que salieron a caminar, por supuesto.
¿Cómo identificas a tu padre en la montaña?
-En los libros y las películas se refleja mucho lo que fue su personalidad y también la cercanía humana que tenía papá con los demás. Su amabilidad, su cariño, su carácter para relacionarse, para hacer amigos, para atender afectivamente a los demás, para hacer reír y hacer pasar un momento lindo a pesar del momento espantoso que estaban viviendo.
-Y siguió siéndolo al volver…
-Claro. Ese fue papá después en toda su vida. Una persona que siempre traía alegría a la casa, al trabajo y por lo que leí en los libros y también conversé con algunos de sus compañeros, también él aportaba su cuota de alegría en la montaña. Esa es una característica que él siempre mantuvo, no enojarse, no tener un carácter ni agresivo ni ofuscado por la situación que se estaba viviendo, intentar mantener la calma, un tipo calmo. Son un montón de características que yo conocí como hijo, que las vi reflejadas en mi casa, en el trabajo, porque yo también trabajé algún año con él tras recibirme de Agrónomo.
¿Cómo es tu relación con los otros sobrevivientes y con los 140 que integran hoy el grupo?
-Hay buena relación, más cercana entre unos que con otros, lo que pueda ocurrir en cualquier grupo de amigos. Lo veo cada 22 de diciembre cuando se hace una celebración por el aniversario del rescate y donde todos se juntan y hay sí una relación divina entre ellos. Mantengo una relación muy cercana con los que eran más amigos de papá, y después de su fallecimiento, cada vez que nos cruzamos quedamos charlando. Hay una relación muy buena. Con las generaciones que vinieron, con los hijos, tengo una muy buena relación con algunos, a otros los conozco menos porque ya cuando empiezas a desfasarte en edades, ya el relacionamiento es menor. También tengo una relación muy cercana con muchos familiares de los que no volvieron. Es una historia que nos involucra a muchos familiares, tanto de los que sobrevivieron como de los que no.
-Coche fue el primero que vio la película, quizás no la versión final, pero sí la película casi terminada, que Bayona tuvo el gesto de mostrársela ante su estado de salud. ¿Qué te dijo? ¿Cuáles fueron sus impresiones?
-Dijo que es el mejor documento que refleja lo que ocurrió. Eso fue lo que sintió, refleja lo que pasó. Y por todo lo que me han contado, yo siento que es así. La película refleja mucho lo que fue el sufrimiento, los actores lo representan muy bien, cómo están vestidos, cómo están maquillados, hablan en un español uruguayo, y están en un estado de calamidad física que refleja lo que fue. A nivel de producción, maquillaje, todo eso, lo lograron y lograron transmitir un nivel de drama y de sufrimiento como ninguna otra. Trata el tema de la alimentación de forma más profunda en las conversaciones que tienen los protagonistas y además. Además, creo que une mucho a los sobrevivientes y a los que no volvieron. Y no digo que estuvieran desunidos, porque hay relaciones de amistad con muchas familias, pero es una película que los representa mucho más a todos. Y el hecho de que el protagonista principal haya sido Numa Turcatti, que fue el último en fallecer, refuerza eso.
Defíneme a Coche Inciarte…
-En primer lugar, fue un padrazo, la mejor definición más clara es como padre, que es como yo más lo viví. Un tipo que siempre estuvo presente a pesar de que muchos años trabajaba en el campo y yo estaba en Montevideo, lo que hacía que lo que lo extrañara mucho esos días. Un padre que inculcó todos los valores importantes que debe transmitirse a un hijo. Cariñoso, divertido, que siempre traía alegría, una persona muy querida, no solo por nosotros, por la familia, por sus amigos. Siempre era un centro de atención, donde él se sentaba, lo rodeaban 15 personas a conversar y no de los Andes, de lo que fuera. Le gustaba contar cuentos del campo, de la época estudiante, de lo que fuera y siempre juntaba gente y se entretenía. Un tipo que le gustó vivir y honrar la vida de varias maneras, y hoy toda la familia y todos sus amigos lo extrañamos por el ser humano maravilloso que fue. Incluso en los últimos años, después que dejó el campo, dedicándose mucho también a llevar adelante obras sociales como la Fundación Viven y en la Fundación Caldeyro Barcia. Ya en los últimos años, con cáncer, mientras la enfermedad no lo afectó de manera muy severa, luchándola con todas sus fuerzas, intentando llevar una vida feliz hasta el último momento. Realizando viajes con la familia, con mamá, con amigos, y al mismo tiempo estaba teniendo sesiones de quimioterapia. Era también muy emotivo verlo cómo a pesar de la enfermedad y de los tratamientos, seguía viviendo la vida hasta que ya la enfermedad avanzó demasiado el año pasado y tuvo que calmarse bastante y quedarse quieto. El día de su fallecimiento, ver a la cantidad de amigos tristes llorándolo fue muy emotivo.